EL
PROFESOR, UNA PERSONA LLENA DE CUALIDADES.
¿Qué
características debe tener un buen profesor?
“Y
si no tiene fe en la escuela, si no tiene fe en su elevada misión, no tendrá
entusiasmo; sin entusiasmo profesional todo maestro es malo, tanto que nos
parece criminal”[1].
Primeramente, varias veces
había escuchado la palabra vocación, y pues sabía que se refería a que desde
chico o ya en el nivel medio superior te hubiera surgido el gusto por alguna
profesión, en este caso, la docencia. Cuando me cuestionaban sobre si había
estudiado por vocación esta carrera, la respuesta era automática, no; esto de
alguna forma me hacía sentir un tanto mal, pues, me imaginaba que para poder
ser catalogado como un buen profesor, primeramente tenía que haber estudiado
por vocación.
Mi sorpresa fue grande
cuando me di cuenta que también existe la vocación adquirida, la cual es la que
nace durante la marcha, y es resultado de la responsabilidad, la entrega, las
ganas de querer hacer bien las cosas, amor a tu trabajo, etc. y a pesar de que
no es tan autentica e importante como la vocación natural, todos los docentes
en servicio deberíamos de adquirirla, en caso de no tener la primera. “Pedro
Alcantara García (s/f. pág. 388-389) al enumerar las cualidades requeridas para
aspirar a la carrera normalista señalaba que a falta de vocación “espontanea”
(“que es lo que siempre debiera ser”) buena es la vocación adquirida “mediante
la reflexión y el esfuerzo de la voluntad”[2].
Las cualidades y
características del buen profesor, no se limitan a tener vocación y fin, al
escuchar tantas cualidades que debemos tener los profesores, hasta parece
imposible que todas sean parte de una misma persona, entre algunas de las
características que Emilio Tenti Fanfani cita como necesarias en un docente
son:
·
La robustez, la salud y fortaleza física en
general son necesarios para, en primer lugar sobrellevar “la pesada carga” del
oficio de maestro y en segundo lugar porque estas propiedades le permiten al
docente “hablar y obrar con energía y
prudencia” ( Tapia, L. 1983)[3].
·
El aspirante a maestro “necesita tener buena
vista para vigilar a los niños hasta en sus más insignificantes movimientos; un
oído fino para percibir todas las palabras y los más leves ruidos que se
produzcan a su derredor; de movimientos fáciles para trasladarse violentamente
a donde fuere necesaria su presencia (…)” (Bonilla, J. 1905, pág. 251)[4].
·
El buen maestro es una combinación
históricamente variable de vocación, cualidades morales, conocimiento
pedagógico, y conocimiento de contenido. Cada paradigma pedagógico, y cada
época histórica “dosifica” de un modo diferente cada uno de estos componentes[5].
En lo particular estoy de
acuerdo con esas características antes descritas, a excepción donde señala que
debemos tener buena vista para dirigirse violentamente a donde fuera necesaria
su presencia, le quitaría lo de violentamente por tranquilamente. En lo personal
le agregaría otras que son las que nos deberían de mover cada mañana: sentido
de responsabilidad, de ética profesional, amor a tu país y por ende a la
escuela y a los niños, encarnar a aquellos niños raquíticos de conocimientos y
pobres de sabiduría, sentir que nuestra labor es importante y que debemos de
hacerla lo mejor posible, tratar de dar ante la sociedad ejemplo de vida,
educar con el ejemplo. Podría mencionar más pero queramos o no, “QUE DIFICIL ES
SER PROFESOR” muchas veces si me comparo con un sacerdote, pues me doy cuenta
que las miradas están sobre ti, no puedes andar tomando o diciendo palabras
groseras porque de inmediato los padres de familia o los niños te lo echaran en
cara, si no práctico los valores morales como persona y como padres de familia,
¿cómo lograr inculcar en los alumnos que los práctique?
¿Sin
título o con título?
“Aun
cuando es posible que el maestro pueda “formarse por sí mismo”, las
instituciones especializadas “abrevian el tiempo de estudio” y “unen la teoría
a la práctica”. La “novedad” de las Normales consiste precisamente en eso:
enriquecer la práctica con el conocimiento teórico, propio de la Pedagogía
moderna”[6].
Cuando empecé a leer que
hace algunos años había un dilema entre los que estaban de acuerdo en que los
que quisieran dedicarse al magisterio pues tenían que estudiar en las normales
para obtener un título, y los otros que no estaban de acuerdo pues pensaban que
no era necesario, se me hizo ilógico pensar que hubiera gente opuesta a pedir título
para llevar a cabo la profesión docente,
si titulados y según eso preparados, salimos con bastante deficiencias de las
normales, si sin título se decían ser buenos profesores, ahora con título, pues
yo creo que mucho más.
Yo me pregunto ¿qué
profesión no exige un título para poderla practicar?, ¿A caso el ser profesor
no es una profesión?. En lo particular estoy de acuerdo con lo que afirma Díaz
Cobarrubias pues menciona que “la
autorización a todos para ejercer cualquier profesión sin título ni diploma
alguno que garantice de algún modo su competencia, no es más que la
autorización al charlatanismo, y la sanción del peligro constante de que la
vida, los intereses, la honra de cada ciudadano queden a merced de la
ignorancia y de la audacia”[7].
A pesar de la exigencia del título
para poder ejercer la docencia en la actualidad, como que no ha bastado ni ha
dado los grandiosos frutos deseados, las causas pueden ser varias y diversas,
pero la sociedad y los medios de comunicación dicen que somos nosotros. Sabemos
de antemano que para que se pueda brindar una educación de calidad en los
centros educativos que responda a las demandas de la vida social actual, se
requiere algo más que buenos profesores, se requiere autoridades educativas que
nos apoyen y nos capaciten, sin dejar a un lado a los niños y padres de familia
comprometidos con la educación.
Enfocándome solamente a los
docentes y de acuerdo a mi experiencia, no quiero ser negativo ni verdugo en
mencionar que algunos profesores si hemos dejado de hacer varias cosas que son
importantes en la educación de los alumnos, hemos caído al “no pasa nada, todo
está bien, para lo que me pagan”, sinceramente hemos abusado demasiado y hemos
dejado de comprometernos con nuestro trabajo, no lo niego en muchos casos es
razonable pues como docentes vivimos ambientes hostiles, difíciles,
complicados, estresantes, amenazantes, etc. Sin embargo muchas de las veces
hemos caído al conformismo por comodidad, no queremos pero ni esforzarnos
aunque sea un poquito, queremos que todos nos caiga del cielo. En si hemos
sobrepasado la línea, no digo que seamos unos mártires de la enseñanza, pero
tampoco unos mediocres holgazanes de la educación; hagamos nuestro trabajo y
esforcemos porque nuestra práctica docente no sea brillante ni excelente, pero
si aceptable, responsables de nuestras actividades, pocas palabras, “La sociedad
necesita profesores profesionales (…) y no esperar a que vengan apóstoles de la
enseñanza que la rediman”[8]
¿Cómo
estimular a los profesores?
“Será
necesario auxiliar la fuerza de la vocación con la promesa de incentivos y
recompensas materiales aquí y ahora (ingreso, carrera, seguridad, etc.) y no
meramente simbólicas y generalmente “post- mortém”[9]
Nosotros los profesores
somos como los niños de un salón de clases, hay algunos que no necesitan gran
cantidad de estímulos ni regaños para echarle todas las ganas en lo que hacen,
hay otros que somos como los niños “problema”, no quieren hacer nada, sólo
reniegan, se la pasan molestando a los demás, no hacen las tareas, etc. Así
somos los docentes, sin embargo, ni el niño “problema” es el culpable en serlo
pues arrastra un sinfín de problemas y dificultades o simplemente es el
resultado de una formación que ha recibido en el hogar, ni los profesores somos
los culpables, son tantos factores, actores educativos, problemas, falta de estímulos,
falta de una orientación bien ejercida, falta de preparación profesional,
exceso de trabajo, recibir un mal ejemplo e injusticias de las autoridades
educativas superiores, etc. Que son los responsables directos de que hayamos
profes catalogados como “problema”.
Lamentablemente la sociedad
en general no se ha dado cuenta de los problemas de raíz que nos afectan a
nosotros los docentes, sólo se remiten a decir, “son malos profesores”, más
nunca se preguntan ¿por qué?, ¿hasta qué punto como padre de familia y como
sociedad he sido formador de “malos profesores”?, reconozcamos, ¿cuántas veces
le he dado las gracias al profesor de mi hijo por cuidarlo, educarlo y
orientarlo, cuántas veces me he arrimado a preguntarle en qué le puedo ayudar a
mi hijo en casa, a cuántas reuniones con padres de familia he asistido y he
dado mi punto de vista sobre lo que no me parece y debería de mejorar, cuántas
veces cuando miro que el profesor a la semana falta una o dos veces me he
acercado y como padre de familia le he preguntado por qué falta tanto?, no
verdad, mejor voy y le paso el chisme a la comadre, hablamos entre nuestras
amistades del “mal profesor que tiene mi hijo”, pero nunca hemos hecho nada por
darle ánimos, de exigirle, de platicar de cerca, de llegar a acuerdos y
compromisos, de tratar de trabajar juntos, etc.
Es por ello que estoy de
acuerdo con Emilio Tenti Fanfani cuando señala que “Pese a la grandeza
proclamada de su misión, el magisterio ha sido desde su origen una profesión
con bajo reconocimiento social. Precisemos: bajo reconocimiento de aquellos que
tienen la capacidad de juzgar y hacer que sus juicios tengan un peso específico
particular. Por ello esta situación no es contradictoria con el hecho cierto
del respeto y reconocimiento que las comunidades populares del campo y la
ciudad dispensan al maestro”[10].
Además de los estímulos que
los docentes debemos de recibir de la sociedad, los más directamente implicados
deberían ser primeramente las autoridades educativas superiores. Sin embargo
tampoco han cumplido ese papel como debería de ser, si bien lo expresa Tenti
Fanfani, “El Estado debe proporcionarles a los maestros “medios para que ocupen
en la sociedad el lugar que les corresponde y, sin dinero la vida se hace
pesada, porque el hombre no vive solamente de ideas y de satisfacciones
morales, necesita también buenos alimentos y comodidades materiales”[11]
En resumen, ser profesor
cada día es más difícil y complicado, las exigencias de preparación profesional
están a la orden del día, sin dejar a un lado la certificación constante,
espero que con esto ahora si estén contentos y realmente los frutos se vean
reflejados en la calidad de la educación que reciban los niños y jóvenes
mexicanos, de lo contrario ya no sé qué nos vayan a pedir.
Bibliografía
TENTI
Fanfani Emilio “El oficio del maestro: contradicciones iniciales, (1998), en: ALLIAUD,
Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros.
Formación, práctica y transformación escolar,
Buenos Aires: Niño y Dávila Editores-Universidad de Buenos Aires, pp. 63-111.
[1]TENTI Fanfani Emilio
“El oficio del maestro: contradicciones iniciales, (1998), en: ALLIAUD, Andrea,
y DUSCHATZKY, Laura, Maestros. Formación, práctica y transformación escolar,
Buenos Aires: Niño y Dávila Editores-Universidad de Buenos Aires, P. 68
[2] Ídem, p. 65
[3] Idem, p. 69
[4] Idem, p, 71
[5] Idem, p. 75
[6] Idem, p. 92
[7] Idem, p. 86
[8] Ídem, p. 94
[9] Idem, p. 66
[10] Idem, p. 78
[11]
Idem, p. 81